La reputación y la opinión pública siempre han sido un tema de alta prioridad para cualquier campaña de marketing, en especial cuando se trata de campañas políticas, ya que estas últimas tienen una infinidad de herramientas que se pueden usar, dependiendo el contexto de cada caso, con la finalidad de ganar más la opinión pública, a favor de una causa.
Antes de escribir esta columna tuve que investigar un poco, más que nada para precisar algunos datos. Me sorprendí al ver los resultados de diferentes estudios académicos en España y Latino América que demuestran que casi el 80% de los aficionados encuestados no saben qué significa “sportswashing”, sin buscarlo en Google.
Seré honesto: Mi sorpresa no fue porque muchos no saben qué significa un término anglosajón sin traducción al castellano, más bien, me llamó la atención que estos mismos 80% no dudan en decir “No” a la manipulación geopolítica del futbol.
No es de mi interés justificar ni juzgar las organizaciones que se señalan por usar el deporte como herramienta para blanquear dictaduras políticas o regímenes autoritarios. Mi objetivo es empezar un diálogo con mis lectores para responder una simple pregunta: ¿Se ha trasformado el futbol a una excelente herramienta de geopolítica? Y si es así, ¿quién realmente tiene el poder en este juego?
Al día de hoy, se han señalado diferentes gobiernos y organizaciones por usar el deporte para limpiar su imagen internacional. El término “sportswashing” que empezó a sonar mucho, a partir del 2015, no es una novedad; es por ello daré a continuación algunos ejemplos:
El segundo Mundial de la FIFA se celebró en Italia 1934, en tiempos de Benito Mussolini. El gobierno del dictador italiano observó la gran importancia que tiene el futbol para la población y lo controlaba de forma muy estricta. La selección italiana resultó campeona en dicho mundial, mientras su gobierno fue acusado de gozar de un favoritismo de arbitraje durante todo el torneo.
Mussolini quiso expandir la limpia imagen de Italia a todo el mundo, posicionando su nación en un excelente lugar en el futbol mundial, y lo logró cuando su selección ganó también el mundial de Francia 1938. Los Juegos Olímpicos fueron asignados a Berlín para el año 1936 antes de que Hitler llegara al poder. Es importante señalar que Adolf no estuvo tan convencido en dicha competencia que consideraba como herencia de los gobiernos anteriores, sin embargo, sorprendentemente Berlín 1936 fue la ocasión perfecta para mostrar al mundo una imagen limpia y poderosa del país.
La Argentina de Jorge Videla no fue la excepción. El Mundial del 1978, uno de los más polémicos de la historia, terminó cuando la Selección albiceleste levantó la Copa del Mundo por primera vez. Mágicamente, un país en crisis pudo gastar una suma que superó por mucho lo que costó el Mundial de España 1982.
La organización de grandes torneos a nivel internacional, la adquisición de clubes prestigiosos por gobiernos u organizaciones y el patrocinio de parte de grandes empresas, todo lo anterior es una forma para estar más presente en la opinión pública. Es una campaña a largo plazo y una inversión para el futuro que promete cambios en la reputación y… ¿por qué no pensar en lo bueno que puede ser esto?
Soy realista. No tengo duda que el futbol no solo es una herramienta geopolítica, sino también es alcancía que capta todo el interés político, económico y social que existe en este planeta. Y por ser realista me pregunto: ¿Entonces, quién tiene el poder real en este juego?
Creo que la respuesta es simple. El poder no lo tienen las organizaciones, ni los clubes. El poder no lo tienen tampoco los gobiernos ni las empresas que pagan tanto dinero para controlar un balón que rueda libremente. El poder lo tiene la audiencia. Para ser más preciso, el poder lo tiene tu mente que tanto quieren manipular. Esta es la regla de oro y la llave. ¡Entiéndase así… … y sigan jugando!
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